domingo, 23 de diciembre de 2012

EL CONSEJO


La fragancia del consejo tiene su agasajo en el punto de celebración.

Un consejo continuado sin celebración es un propósito redondo que abre una trinchera en la duna de la isla.

Se consuma el cerco de consejo en consejo y cuando te propones no seguir, te reprenden. Formador e irreverente hacen un lazo blanco que vuela como palomita. Y su giro para los que los miran es puro chiste si no implican al sistema. Pero si los consejos penetran y comienzan a crear proteína se ensancha la frontera, se hace gruesa la cascara y se olvida la quimera. No hubo pares dinámicos en la convocatoria, todo es de afuera o de adentro en espera de que se venza la resistencia. Sin prisa pero sin pausa es el lema de la resistencia.

En un sistema con grueso cuerpo de consejos toda la individualidad esta cubierta de masas redondas, el entrenador no se despega del atleta y el libreto se hace antes del combate. La casualidad depende de que exista un acuerdo predeterminado, y esto es recurrir a una línea férrea donde se convive con el continuo de manera feroz. El final se ata a la quiebra y puede ganar cualquiera. Pero no gana nadie porque los separa lo irreconciliable: El consejo.

El que no oye consejo no llega a viejo dice el refrán pero no fragua hasta que me pregunte como lo haría Yo. Hay quien te lo advierte una y otra vez para apostar a que no puedes sin su participación; esto le incluye, por lo que sugiere a la vez,  que nunca te separes de el.

 Me propongo ahora colocar aquí este evento inspirador que supone la manera de salir del cerco.

 

Durante el coloquio sobre Jose Lezama Lima, organizado por el Centro de Investigaciones Latinoamericanas de la Universidad de Poitiers, del 19 al 22 de mayo de 1982. Fina Garcia Marruz revelo haber asistido al episodio  generador de Dador. Es interesante consignarlo. En una tarde habanera en que los amigos de Orígenes salían de la librería Ucar. Sitio habitual de los encuentros, y  que habían paladeado, como solían, los pasteles de guayaba comprados en la calle obispo, cayó de pronto una lluvia torrencial. El grupo, con Lezama Lima a la cabeza, se refugió en el café más próximo, el Salón Alaska, anunciado por un cartel rojo. En ese antro poco frecuentado por ellos, una victrola difundía un boogie lento. De pronto, alguien ejecuto un danzón en su acordeón, instrumento raramente empleado en este tipo de música. Hubo un niño que recorría las mesas vendiendo algo, y en torno de Lezama Lima se creó un circulo hechizado, con esa lluvia afuera, el lugar extraño y la inesperada danza. Por un lado, este espacio epifanico; por el otro el salón con su clientela habitual: círculo infernal. Un perro merodeando entre uno y otro ámbito, hizo de mediador. El acontecimiento que movía el largo poema será transfigurado, sin que las trasposiciones metafóricas oculten del todo lo referente a la experiencia viva. Este suceso suscitador se situara al final del poema, lo puntualiza y lo rebaja a lo eventual, a lo ajeno a toda gracia. Saul Yurkievich. 1984.

No hay comentarios:

Publicar un comentario